A la vez que haces más grande la desconexión con tu propio ser más intensa se hace también la identificación con el propio ego.
Es en ese preciso instante cuando actuamos cegadxs por nuestras necesidades, deseos, prioridades, sueños, ilusiones y expectativas, y comenzamos a deformar la realidad.
Comenzamos a contemplar el mundo como si fuera a través de un filtro fotográfico que refleja una nube egoíca. Es ahí donde te conviertes en un/a distorsionador/a profesional de la realidad, creyéndote incluso que tu realidad es la única posible y viable, ya que al ignorar tu propia ignorancia, estás convenciéndote de que las interpretaciones egocéntricas, subjetivas y sin fundamento que haces de la realidad son la realidad objetiva en sí misma. Es por este motivo, que no ves a tu pareja como es, sino como eres tú. A menudo, las etiquetas con las que defines a esa persona, dice más acerca de ti, que de ella. Esa persona hace de espejo, cuando la miras, te proyectas, viendo tu propio reflejo.
Si no te quieres a ti mismo, inmediatamente comienzas a sentirte triste, ya que percibes que no te quiere, pasa igual cuando te sientes inseguro, con frecuencia mirarás a esa persona con desconfianza, comenzarás a sentir celos y a tener actitudes posesivas, todo ello, sin darte cuenta, pues el ego realizará escenas inciertas en tu mente, con lo que justificarás tu miedo irracional. Si emocionalmente estas en guerra contigo mismx, te pasarás la vida encontrando excusas para entrar en conflicto con tu pareja, continuando así tu propio malestar. Y no te engañes, porque todo ese dolor y sufrimiento no tienen nada que ver con el amor, sino con el ego. Al vivir sometido por este mecanismo de defensa, te es complicado, casi imposible ver a tu compañero/a sentimental con amor. Lo que tu ves, es tan solo el reflejo de tus necesidades y deseos que no están satisfechos. Así que no olvides, en la cama no sois dos, sino cuatro. El irremediable choque de egos os obstaculiza vivir y disfrutar de un amor sano, nutritivo y sostenible.
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